Capítulo 34:

El fin de semana ambos estuvieron aislados en sus propios mundos, con la mínima interacción posible con el resto de las personas a su alrededor. 


Tenían humores cambiantes, salían a pasear para despejar su mente, él pasaba prácticamente todo el día en la playa y ella estaba en la plaza  o el jardín escuchando música o con algún audio libro. 

Ambos estuvieron a punto de llamarse en varias ocasiones pero eran demasiado orgullosos y sus pensamientos rebuscados y complicados terminaban provocando que desistieran y no se llamaran. 

Él había pasado continuamente frente a la casa de Lali de regreso a su casa, con la excusa de que así el camino era más corto o al menos cambiaba de escenario pero realmente la razón era demasiado obvia y a pesar de que la escusa era únicamente para él no lograba creérsela en ningún momento.

 Pero la suerte no estuvo de su lado. 

En ningún momento se la cruzó ni la vio de lejos. 

La familia de Lali no sabía cómo acercarse a ella, estaba aislada, de mal humor, cínica, sin sus sonrisas tan características, sin demasiado apetito. 

Por otro lado Peter no estaba tan diferente, se hallaba de mal humor, prácticamente todo el día fuera de su casa, viajando en su moto a gran velocidad, comiendo comida chatarra en vez de los platos de Julia, fumando cada vez más seguido de lo que normalmente lo hacía, optando por la soledad y los insultos para alejarse de los demás. Prefería estar tranquilo, pero el silencio solo provocaba que su mente comenzara a maquinarse y por eso terminaba paseando por la ciudad con tal de distraerse y olvidar, al menos un momento.

Se hallaba indeciso, sabía que quería a Lali pero no sabía si sería lo correcto estar con ella. 

Muchas personas y circunstancias estaban en su contra, no quería hacerle más daño. Demasiadas cosas había atravesado ya como para agregar algo más a su lista de malas experiencias. 

Como si leyera sus constantes pensamientos e indecisión Julia dijo un día, como al pasar “Lo que vale la pena cuesta, pero trae grandes recompensas” y con una de su sonrisa tan sincera desapareció en la cocina. 

En un momento se sentía seguro y al siguiente dudaba de todo lo que lo rodeaba, de sí mismo, de sus intenciones, del presente y sobre todo del incierto futuro. 

El lunes llegó y con él, el rencuentro. 

Los amigos de Lali no entendían su mal humor, algo tan inusual en ella que parecía otra persona. Obviamente como todos tenía sus días malos pero ese día era demasiado, estaba agresiva, cínica, sin humor ni una pisca de su maravillosa sonrisa. 

Estaba allí, con ellos, pero su mente se hallaba a cien años luz. Todos podían notarlo. 

Y frente a las negativas de contestar todos tuvieron que quedarse con la duda de que era lo que realmente estaba sucediendo. 

Peter se la estaba agarrando con todo aquel que cruzara su camino, parecía que había regresado completamente al grupo y estaba mano a mano con Agustín y los demás. 

Al ingresar al salón Cande se sentó con Lali pero no hablaron en toda la hora, esta última parecía encontrarse aislada en su propio mundo y nadie podía atravesar la burbuja que la separaba de los demás. 

Peter se sentó en el fondo del salón y desde  ahí observaba fijamente a Lali aun decidiendo que carajo iba a ser. Sí, demasiado indeciso y vueltero cuando algo le importaba. No hace falta aclararlo.

Las primeras dos horas pasaron, el recreo llegó y Lali comenzó a caminar sola por los pasillos. 

Peter comenzó a seguirla pero alguien lo detuvo.

Cande: ¿me puedes explicar por qué ella tiene un humor de perros y esta tan aislada?

Él la miró, preguntándose si ella sabría algo, pero estaba seguro que Lali le hubiera dicho si alguien lo sabía.

Peter: ¿y yo qué carajo tendría que ver con su mal humor? Un mal día lo tiene cualquiera y no recuerdo haberle hecho nada hoy.

Cande:  a mí no me mientas te vi toda la hora mirándola como un idiota, no con la cara de enojado  y malo que le pones a los demás y ambos actúan raro desde hace un par de días, no te conozco de nada pero puedo notar pequeñas cosas que demuestran que no la odias tanto como dices y ella tampoco a ti asique espero que me des una buena explicación de que es lo que le pasa porque estoy a punto de estamparte contra la pared y me importa un carajo quien seas acá dentro. 

Él la miro y sonrió. Lali tenía muy buenos amigos y eso se notaba a leguas.

Cande: -lo miró con bronca- yo no le encuentro la gracia ¿vas hablar o qué? 

Peter: ¿y si no hablo qué me vas hacer? Dudo que con ese cuerpito puedas causar algún daño –dijo para provocarla mirándola de arriba abajo-

Cande: -sonrió segura- no me conoces Peter y por si yo no fuera suficiente aunque te puedo asegurar que cuando se meten con alguien que quiero soy muy capaz de dañar sin ningún problema están Gas, Vico y Nico para ayudarme. Y dudo mucho que puedas contra ellos

Peter: podría llamar a mis amigos y no creo que los tuyos vayan a terminar bien

Cande: mira, tus amigos me parecen unos estúpidos charlatanes me sorprendería verlos hacer algo más que alardear, criticar y gritarle a la gente.  

Peter: parece que las amiguitas piensan bastante parecido eh! 

Ella sonrió y ahí se dio cuenta, acababa de enterrarse solo. 

Cande: -sonrió- ¿me pensas contar? Me estoy hartando de hablar tantas boludeces al pedo cuando mi amiga esta así

Peter: ¿cuál era la pregunta?

Cande: ¿qué pasó entre ustedes dos? 

Peter: no, esa no era la pregunta

Cande: no te hagas el boludo, contéstame de una vez y deja de dar vueltas.

Peter: ¿qué queres que le haga si vos andas cambiando la pregunta?

Ella se cruzó de brazos y se quedó viéndolo. ¿Quién creería que ese palo andante sería capaz de verse tan intimidante cuando se lo proponía? 

Él abrió la boca para comenzar hablar pero ¿realmente que podía decir? Si ni siquiera él sabía cómo era su relación con Lali. 

Cande: bueno ¿prefieres qué lo diga yo? –preguntó después de minutos de silencio- Ambos están hasta las manos por el otro, pese a que eso no tiene mucha lógica porque vos sos un estúpido y realmente no sé por qué siquiera te da bola pero vi tu preocupación por ella cuando la mirabas hoy asique voy a poner una mínima cantidad de fe en ti. Lo que yo quiero saber es qué paso para que este así

Peter suspiró, ¿tan fácil era ficharlos? Si ella lo sabía ¿Agustín lo sabría también? Esa pregunta lo preocupaba demasiado pero ya estaba totalmente loco por la petiza provocadora y con una sonrisa deslumbrante que decidió jugársela.

Peter: si te digo ¿me ayudas a arreglarlo? –preguntó finalmente- 

Cande: -se quedó mirándolo un largo rato, una mirada inquisidora y desafiante- depende de QUÉ le hayas hecho si te ayudo o te castro. 


Continuara...